QUERIDO BALTASAR

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Querido Baltasar,

El año pasado os escribí mi carta a los tres, pero como tú eres mi preferido y además eres mago, este año te escribo sólo a ti. Estoy segura de que puedes traerme todo lo que te voy a pedir y transmitírselo también a Melchor y a Gaspar. Mi mamá dice que antes de pedir, siempre debo dar las gracias, así que, querido Rey Mago, te doy las gracias porque durante todo este año os habéis acordado mucho de mí, trayéndome regalos todos los días. Te doy las gracias porque me habéis traído diversión, salud, abundancia y mucha paz y felicidad. Además, me habéis ayudado a escribir un libro, con lo pequeña que soy.

Un día, soñé que iba montada en tu camello y que me contabas al oído, en secreto, que en realidad, lo único que hacéis los Reyes Magos es recordarnos todo el tiempo que los regalos que pedimos, ya los tenemos dentro. Pero eso yo ya lo sé, mis profes y mis padres creo que no. Sí, ya sé que tú eres Mago y además Rey pero yo soy una niña y también sé muchas cosas que no he aprendido en ningún sitio, las sé desde siempre y no me preguntes porqué.

Yo sé que los niños y los mayores somos inocentes y nos merecemos todo, no una parte, no un poquito, sino todo. También sé que todos, los niños y los mayores, podemos hacer magia...bueno, tú y yo lo llamamos magia, los mayores lo llaman milagros. Mi papá piensa que digo tonterías pero yo sé que podemos. También sé que a mí me traéis todo lo que pido porque me acepto total y completamente, porque todos los días juego, me río y gozo, porque vivo en el presente y  porque no me preocupo, ¿a que sí, Baltasar?  Yo soy una niña y no tengo miedo. El miedo solo es cosa de los mayores, claro, por eso están así. Se vuelven feos de tanta culpa, preocupación y miedo. ¿Podrías hacer una pócima que les hiciera recordar que el miedo es mentira? Yo te digo una cosa, Baltasar, si yo fuera Reina Maga, a los mayores que están todo el día juzgando y juzgándose, que se enfadan todo el rato y que luchan sin parar por ser algo distinto de lo que son, no les traería regalos. Yo les tiraría de las orejas y les diría lo mismo que le dijo un día mi seño a mi mamá: así no se puede ser feliz, debes aprender a amarte.

Además, Baltasar, todo el tiempo se ven imperfectos, todo el tiempo ponen peros, se llenan de excusas y siempre están esperando que algo en sus vidas cambie. Son unos pesados. Cuando quiero jugar con ellos, dicen que no pueden, pero en realidad yo sé que no quieren. Se han olvidado de disfrutar como yo lo hago. La verdad es que como soy una niña, ni me planteo cambiarme porque creo que es mucho más fácil aceptarme. Yo solo disfruto, juego y aprendo en el cole, aunque de quien más aprendo es de mis padres. Mi mamá me enseña sobre el amor incondicional. Mi papá sobre la voluntad. 

Querido Baltasar, te voy a pedir que por favor te metas en los sueños de los mayores y les recuerdes que solo cuando se acepten total y completamente podrán ser felices. Diles también, así, en secreto, como me dijiste a mí, que les queréis mucho y que pueden permitirse vivir la vida que su corazón desea. ¡Ah! y no te olvides de recordarles que la queja, la duda, el lamento y la culpa les provocan arrugas. ¿Te entenderán? Yo sé que no te gusta utilizar palabras, que tú hablas más desde el corazón, pero por favor, Baltasar, haz que te entiendan.

Este año te hemos hecho un bizcocho. Mi papá dice que si no te importa, no te lo comas todo y compartas con él un poco.

PD.: Le pinté el pelo de rojo a mi muñeca. ¿Me podrías traer una con el pelo amarillo?

Feliz presente,

Almudena Migueláñez